jueves, 23 de octubre de 2014

poesía y traducción


“…la elección de traducir no completa un vacío, sino que responde al deseo del poeta traductor de abrirse a otra identidad y poder crear el pasadizo, el espacio de recibimiento donde convergen varias voces y donde se realiza el acto poético. Es el corazón del silencio, en el que el traductor –al igual que el poeta–, se encuentra tan cerca y tan lejos del poema extranjero. En esta equivalencia reside la paradójica “fidelidad” del traductor, quien deja que el poema original se abra, le sea cedido sin reserva. De algún modo, el traductor mereció traducirlo, porque aceptó callar y escuchar, es decir “dejar que advenga lo que habla en el poema y aceptar esa voz, en el corazón mismo del poema […], como el don del otro”.

Verhesen, 2003, 26, [fragmento traducido por Carolina Massola]

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