“Es necesario
trabajar, tener paciencia. No mirar ni a derecha ni a izquierda. Conducir toda
la vida en esta esfera; no tener nada fuera de esta vida.” Le decía Rodin a
Rilke a propósito de su obra, y esta parecería ser una de las leyes que
gobierna el obstinado y brillante trabajo solitario que realiza el escultor
australiano Ron Mueck.
Basta tan sólo
con detenerse ante cada uno de sus hechos artísticos y dejarse interpelar por
la obra. Es allí cuando sólo sabemos admirar. Quien estuvo detrás de ese
gigantesco trabajo sabe despertar todas las preguntas. Sabe hospedar, en cada
uno de los materiales utilizados, la preocupación por el gesto humano. La mirada queda automáticamente perdida en el
sinfín de detalles exactos, perfectamente creados.
Claudicamos ante lo simple llevado a la perfección, y es que ya no se trata
sólo de admirar el detalle, la forma o la textura de su trabajo. Es un gesto humano, y en la autenticidad del
gesto, la exacerbación contenida en cada milímetro, en cada pliegue perfecto
que conforma cada pieza. Abordar el
gesto de la condición humana. El misterio reside allí también, en cada mirada
brillante echada desde la obra al vacío de nuestro mundo.
La obra de Ron Mueck nos devuelve, nos arroja un espejo, donde la única realidad continúa siendo el misterio de la creación
en manos del artista.
©Carolina
Massola
Hasta el 23 de febrero en Fundación PROA - http://www.proa.org/esp/exhibition-ron-mueck.php-
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